“Trato familiar y

a dejarse aconsejar”

Cuando un restaurante lo regenta una familia lo del trato familiar resulta una obviedad, que en este establecimiento va acompañada de la sensación de sentirse muy a gusto. Eso sí, el entorno ayuda alrededor de un comedor pequeño, pero muy acogedor.

La propuesta gastronómica es clásica, de temporada, sin grandes alardes culinarios ni recargada de artificios. En el plato, el producto fresco se expresa por sí solo sin necesidad de mucha más compañía, con ese aire tradicional, de recetas de toda la vida.

No en vano, la carta apenas sufre cambios a lo largo del año. Es algo así como la reserva espiritual para los más habituales, de donde se puede rescatar uno de los mejores steak tartar que se preparan en Zaragoza o el solomillo de ternera con foie, oporto y uvas, la especialidad de la casa. El trato, el ambiente y, en general, las sensaciones en este restaurante invitan a dejarse aconsejar, a dar por bueno que el que más sabe es el que hace la compra cada día.

“Trato familiar y a dejarse aconsejar”

Cuando un restaurante lo regenta una familia lo del trato familiar resulta una obviedad, que en este establecimiento va acompañada de la sensación de sentirse muy a gusto. Eso sí, el entorno ayuda alrededor de un comedor pequeño, pero muy acogedor.

La propuesta gastronómica es clásica, de temporada, sin grandes alardes culinarios ni recargada de artificios. En el plato, el producto fresco se expresa por sí solo sin necesidad de mucha más compañía, con ese aire tradicional, de recetas de toda la vida.

No en vano, la carta apenas sufre cambios a lo largo del año. Es algo así como la reserva espiritual para los más habituales, de donde se puede rescatar uno de los mejores steak tartar que se preparan en Zaragoza o el solomillo de ternera con foie, oporto y uvas, la especialidad de la casa. El trato, el ambiente y, en general, las sensaciones en este restaurante invitan a dejarse aconsejar, a dar por bueno que el que más sabe es el que hace la compra cada día.